Un suspiro de Rayuela: “¡evohé! ¡evohé!”



 En esta entrada nos proponemos analizar algunas de las características más significativas del lenguaje que utiliza Cortázar en el capítulo 68 de Rayuela.

En el capítulo se narra una escena de amor mediante un lenguaje inventado evocando su propia musicalidad. Este lenguaje que se inventa Cortázar es un juego que hace para dejar en evidencia el lenguaje tradicional, pero, al mismo tiempo, este lenguaje es único en la medida que no es compartido, sino íntimo, propio de una escena íntima de enamorados separados del mundo.

La utilización de otro lenguaje nos da a entender que la capacidad del lenguaje convencional es nula y no sirve. Las palabras son imperfectas y no reflejan la realidad de manera pura y exacta, es por ello que aquí Cortázar acude a un lenguaje inventado para que el lector logre captar la pureza y la esencia de lo que se está describiendo, es decir, de la escena de amor. La búsqueda de ese lenguaje ideal es lo que persigue toda la novela, y aquí se nos ejemplifica la plenitud de un lenguaje enlazado con el punto climático de una escena erótica.

Se podría decir que el capítulo 68 es creador de luz en la medida que logra captar la perfecta esencia de las palabras huyendo de la rigidez lingüística del lenguaje tradicional. Así pues, el momento de plenitud que viven los dos enamorados se protege a través de este lenguaje, que preserva su intimidad pero también logra captar el auténtico sabor de la experiencia. 

Artículo escrito por Lucía Vallés Bisquert.

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